15 de julio de 2010, de noche, madrugada, calor insoportable:
Desconozco el porqué, pero los hay muy ausentes.
Si todo fuera distinto no tendría importancia, quizá no notaría esas ausencias.
Pero no lo es.
Cuando creemos que no podemos caer más bajo nos sorprende algún hecho, quizá casual, quizá no, pero nos sorprende y nos hace repetirnos otra vez:
todo, absolutamente todo puede ir a peor.
No todas las ausencias duelen igual, de hecho algunas no duelen, ni se notan. Otras machacan.
Pero desconciertan, aturden.
Me replanteo las cosas, una y otra vez, y no acabo de comprender, de entender, de vislumbrar.
Me planteo si es que tengo un poder mágico que desconozco, me planteo si, de verdad, me he vuelto invisible y por eso no existo para nadie.
No lo sé. Es posible que ésa y no otra sea la razón más lógica.
O todos se han vuelto ciegos y sordos. Es posible.
Desconozco el motivo, no sé a qué se debe.
Debo estar en una realidad paralela, me ha tragado un agujero negro y ya no existo más que en mi mente.
Puede ser eso. O no.
No, no estoy quieta, me muevo, me comunico, hablo, escribo, pero no hay respuesta. No contestan.
Quizá es que no existo. Que no soy. Que no escribí nada y que no llegó.
Sobrevivo en esta cueva de humo. Convivo con alguien, pero no me ve, no me oye. Como si no estuviera.
Esto ya me suena de algo, es lo que ha venido ocurriendo en los últimos tiempos, cuando aún creía que todo era salvable. Cuando el mundo era árido pero cambiable. Cuando creía tener razones para seguir.
Son muchos los ausentes, muchos, casi todos.
Están las ausencias absolutas. El vacío. La nada. Quienes no están ni estuvieron.
Están también las ausencias, sin más.
Están quienes quieren y no pueden, los menos, pero los hay. Y no pueden ahora ni podrán. Porque no, tienen otras urgencias más grandes, no pueden estar, y les entiendo. La vida les llama, les aclama, les reclama. Y tienen que estar donde tienen que estar.
Dicen que los amigos se pueden contar con los dedos de una mano.
A mí me sobran 9 dedos. Los pies ni los cuento.
Desconozco qué me hizo invisible, lo desconozco. No lo sé.
Pero lo soy.
La invisibilidad como estado emocional que crece exponencialmente.
Sin saberlo, de la noche a la mañana te has vuelto invisible, nadie te mira, nadie te conoce, no eres, te sacaron de sus vidas sin más. Y ni te enteraste.
Te metieron en una burbuja opaca para que nadie te viera.
La soledad, sin alivio, mata.